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ISSN 1989-4163

NUMERO 74 - VERANO 2016

La Víspera de Casi Todo

Francisco Marín

Autor: Víctor del Árbol. Editorial: Destino (2016). 416 pgs. 20,50 €.

     

Premio NADAL 2016

Un millón de gotas me dejó un poso en el alma de difícil encuadre. En ese momento aposté por Víctor del Árbol, apuesta que nos llevó a invitarlo a la primera edición de CTNEGRA… conocerlo era una cuestión necesaria. El estrecharle la mano personalmente, hablar con él ratificó mi apuesta y la admiración subió varios puntos. Ansiábamos su siguiente obra, y llegó… La víspera de casi todo, al leerla vemos que tiene un punto en común con Un millón de gotas… el desarrollo, el caminar de la narración es tranquilo, pausado, incluso en los momentos de máxima violencia.

A pesar de tener, todos, un pasado estamos siempre en víspera, en víspera de todo lo que está por venir. El futuro no existe, siempre vivimos en el presente. La víspera de casi todo acoge, como si de un algebra booleana fuera, un conjunto de personajes –Germinal, Paola, Mauricio, Dolores, Daniel, Martina…- cuyas vidas están al borde del colapso permanentemente, vidas que están desgastadas, heridas… vidas en constante huída. Son náufragos acogidos en la Costa de la muerte donde intentan vivir y llenar sus pulmones de algo más que aire.

Varios son los personajes, como indico en el párrafo anterior, a los que se une el ‘dolor’. El dolor juega un papel fundamental; todos arrastran su particular dolencia, todos confluyen en un lugar que pretende ser redención… redimir odios, enfriar venganzas y, sobre todo, fundirse con el paisaje para no parecer lo que realmente son.

Novela psicológica, de enigmas, de misterios y muchos, mucho suspense. Argumento tenso que te mantiene pegado al libro, asombrándonos de los dolores y de las culpas, reales o ficticias, que aplastan a todos los protagonistas. No hay que perder de vista que la gente que pueblan las páginas del libro es gente que ha matado y, lo más impresionante, gente que se ha matado a si mismo en vida. Es muy duro, por otra parte, no encontrar razones para seguir viviendo, pero no atreverse a morir. Una paradoja porque lo difícil es atreverse a vivir, ya que lo fácil, en muchas ocasiones es morir.

Germianal Ibarra es un policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia. Hace tres años que decidió arrastrar su melancolía hasta una comisaría de La Coruña, donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe  que él nunca quiso ni sintió ser. Pero el refugio y el anonimato que Germinal creía haber conseguido quedan truncados cuando una noche lo reclama una mujer ingresada en el hospital con contusiones que muestran una gran violencia.

Una misteriosa mujer llamada Paola que intenta huir de sus propios  fantasmas ha aparecido hace tres meses en el lugar más recóndito de la costa gallega. Allí se instala como huésped en casa de Dolores, de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola sin demasiadas preguntas y la introduce en el círculo que alivia su soledad.

El cruce de estas dos historias en el tiempo se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión que irán avanzando sin escapatoria posible.

Víctor del Árbol maneja perfectamente la curiosidad y los sentimientos del lector. La víspera de casi todo es una narración de misterios criminales que conllevan insertos sus propios fantasmas; encontrándonos con intimidades que son asientos de maldad, traumas y dramas. No existe una investigación en si, hay crímenes tremendos de los que no se tienen conciencia y que supuran a la luz como resultado de una patología mental.

Hay que leer La víspera de casi todo para observar como se puede profundizar en las contradicciones del ser humano, capaz de  alzarse a las cotas más altas y conseguir, sin mucho esfuerzo, las bajezas más repugnantes.

Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) fue mosso d’esquadra desde 1992 hasta 2012, cursó estudios de Historia en la Universitat de Barcelona y colaboró como locutor en Catalunya Sense Barreres (Radio Estel, Once). Es autor de las novelas El peso de los muertos (Editorial Castalia, Premio Tiflos de Novela 2006), El abismo de los sueños (inédita, finalista del XIII Premio Fernando Lara 2008) y La tristeza del samurai (Editorial Alrevés, Prix du Polar Européen 2012), traducida a una decena de idiomas y bestseller en Francia. Sus últimas obras son Respirar por la herida (Editorial Alrevés, finalista en el Festival Internacional de Cine Negro de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera) y Un millón de gotas (Ediciones Destino, ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière y premiada como la mejor novela policial extranjera por el Magazine Lire).

Agradecemos profundamente que Víctor haga un hueco para atendernos… ¡Gracias!

P.- Después de pasar por la primera edición de CTNEGRA obtuvo dos importantes premios: Grand Prix de Littérature Policière 2015 (Un millón de gotas) y Premio Nadal 2016 (La víspera de casi todo). ¿Qué supone para usted cada uno de ellos?

R.- Son dos reconocimientos diferentes, igualmente importantes para mí porque ambos consolidan una forma de narrar que, más allá de los géneros, busca una voz propia, un estilo que poco a poco los lectores identifican y singularizan. Y es importante que ambos son premios decanos en sus países, y que vienen respaldados por un largo currículo de autores mayores. Particularmente, Le grand prix de littérature policière me hizo ilusión porque solo lo han obtenido anteriormente Manuel Vázquez Montalbán y Arturo Pérez Reverte. El Premio Nadal me ha dado la oportunidad de ser más conocido en España y de alejarme de etiquetas.

P.- ¿Hasta qué punto, piensa, los recuerdos marcan a las personas?

R.- Creo que vivimos continuamente en los recuerdos, no solo en el presente. De manera consciente o inconsciente, lo que fuimos está en nosotros, configura una visión del mundo y de cómo nos vemos a nosotros mismos. El pasado lejano, nuestra primera infancia sienta las bases del adulto que seremos. El pasado más reciente nos ayuda a construir un relato de nosotros mismos, y en ese relato no todo es cierto. La memoria es un vivir y reinventar continuo.

P.- ¿Qué marca más: los recuerdos o la soledad?

R.- La soledad empuja al recuerdo. Recuerdo a un ex coronel de Ingenieros que participó en la batalla del Ebro. Me entrevisté con él mientras investigaba para una de mis novelas. Le pregunté qué recordaba de su juventud y me contestó, socarrón, que cuando era joven estaba demasiado ocupado en vivir para acumular recuerdos. Creo que cuanto más solos estamos, y la soledad no es necesariamente la ausencia de los otros, nos acercamos más a nuestro origen, al núcleo de lo que somos y hemos sido.

P.- ¿Por qué en La víspera de casi todo escoge como escenario la Costa de la muerte? ¿Es un protagonista necesario?

R.- Todo paisaje es necesario si se utiliza como un protagonista más y no como un simple decorado. Esta historia ambientada por ejemplo en Zamora, habría tenido otra atmósfera. Busco que los paisajes sean la expresión del estado de ánimo de mis personajes. Costa da morte es tierra de naufragios y mis personajes lo son. Náufragos de su propia vida. 

P.- En sus novelas el pasado está muy presente ¿por qué?

R.- Porque no podemos evitar evocar el pasado de manera nostálgica o traumática. Es como si necesitásemos escarbar la tierra para encontrar las raíces del árbol que se alza ante nosotros. Paradójicamente, el pasado puede ser al mismo tiempo excusa y alivio. Y en la mitología del pasado, en el relato que hacemos de nuestra historia, encontramos coherencia. Tal pasa con los individuos, pero también con las sociedades. ¿Qué es una patria, sino una mitología construida, una memoria prestada?

P.- El personaje principal de la historia tiene por nombre Germinal Ibarra ¿a qué se debe?

R.- Es un pequeño guiño a la obra de Émile Zola, Germinal. Habla del héroe anónimo, el hombre que se levanta contra los monstruos de su tiempo, la injusticia social, y que a pesar de sucumbir no es totalmente derrotado porque de su ejemplo “germinan” otros, cientos, miles, como él. Germinal era un nombre que solían poner muchos anarquistas a sus hijos precisamente por esta novela.

P.- ¿Qué es para usted la "pornografía emocional"?

R.- Aquel recurso gratuito que no ofrece nada más allá de un sentimentalismo construido con artificios y trampas. El recurso para provocar la exposición de los sentimientos, el llanto, la risa, la exacerbación de emociones supuestamente profundas pero que desaparecen con la misma facilidad que se crean. Todos podemos encontrar ejemplos sin necesidad de nombrarlos explícitamente.

P.- ¿La literatura crea géneros o son los géneros los que modelan a la literatura?

R.- Es como preguntarse por el huevo y la gallina. Escribimos, ergo inventamos, fabulamos sobre la realidad para comprenderla, para hacerla aprensible. Eso es lo fundamental, somos contadores, utilizamos los recursos de la imaginación, de la observación, el símbolo, la metáfora de aquello que vemos o creemos ver. La literatura es una transversal porque abarca todos los matices. Los géneros solo son una herramienta, una elección que sirve en función de que ayude al cometido de la literatura, que, repito, es arañar la apariencia de la realidad.

P.- ¿Cómo ve el futuro del libro y de la cultura, en general?

R.- Soy optimista, y mucho. Creo que la literatura es la cuerda que hace resonar las preguntas del Hombre. Y hoy, más que nunca, necesitamos preguntarnos, necesitamos de la ambición que viene de la duda, de la reflexión. Ello no es óbice para que el continente se adapte a los tiempos, a los nuevos recursos narrativos. Entretener, claro que sí. Pero sacudir, preguntar, cuestionar. La Cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, es una evocación de lo mejor que llevamos dentro. La capacidad de explicarnos.

P.- El amor ¿para cuando?

R.- El amor siempre ha estado en mis novelas. En cada palabra. En cada intención. Pero yo entiendo que el amor no es un idilio con el romance sino con la vida real.

 



 

 

La víspera de casi todo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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